Tendría cerca de doce años.
Mi madre me deslindó de mi pura vida y haraganería (Haciendo énfasis a lo primero).
Llévandome a rastras a la capilla; uniéndome a la clase de catecismo.
Que si no traté de deslindarme sobornando a mi querida con quehaceres, caprichos, mandados y en ultima instancia a llevarla a pensar en alguno otro y menos cruel destino; como emplearme un trabajo en sus filas (Que con el pasar del tiempo cumplí con falsa indiferencia y miramiento.)
Sin éxito.
Se me podría identificar muy bien. Era la desdicha personificada.
Sabía inconscientemente que si cedía a los menesteres religiosos (Por poner uno de tantos fosos sépticos intelectuales sociales), sería dictaminar mi futuro de golpe.
Sería, ahora lo sé; idiota.
Ignoro cuánto habrá transcurrido, cual habrá sido el momento exacto o las palabras para caer en sus redes.
Recordarlo ahora es tocar la cicatriz emocional de aquella no tan hipotética imagen que pude haber sido yo.
También llegué a odiar esos bancos planos y duros en los que hacían sentarnos mientras escuchábamos las patoaventuras de nuestro salvador. Creo que de ahí se origina mi malformacón en los glúteos y por ende, a las burlas que hoy acosan a mi inexistente trasero...*
Sin explayar más.
Las oraciones, el temor al Infierno (Y más al Paraíso), los cantos mal entonados y ridículos, y el lastimoso Cristo bizco en la cruz, me hicieron ceder; habían lavado mi cerebro.
Llegué un día a casa y repetí como lo hice en la "clase":
- "Quiero ser cura."
Mi madre me deslindó de mi pura vida y haraganería (Haciendo énfasis a lo primero).
Llévandome a rastras a la capilla; uniéndome a la clase de catecismo.
Que si no traté de deslindarme sobornando a mi querida con quehaceres, caprichos, mandados y en ultima instancia a llevarla a pensar en alguno otro y menos cruel destino; como emplearme un trabajo en sus filas (Que con el pasar del tiempo cumplí con falsa indiferencia y miramiento.)
Sin éxito.
Se me podría identificar muy bien. Era la desdicha personificada.
Sabía inconscientemente que si cedía a los menesteres religiosos (Por poner uno de tantos fosos sépticos intelectuales sociales), sería dictaminar mi futuro de golpe.
Sería, ahora lo sé; idiota.
Ignoro cuánto habrá transcurrido, cual habrá sido el momento exacto o las palabras para caer en sus redes.
Recordarlo ahora es tocar la cicatriz emocional de aquella no tan hipotética imagen que pude haber sido yo.
También llegué a odiar esos bancos planos y duros en los que hacían sentarnos mientras escuchábamos las patoaventuras de nuestro salvador. Creo que de ahí se origina mi malformacón en los glúteos y por ende, a las burlas que hoy acosan a mi inexistente trasero...*
Sin explayar más.
Las oraciones, el temor al Infierno (Y más al Paraíso), los cantos mal entonados y ridículos, y el lastimoso Cristo bizco en la cruz, me hicieron ceder; habían lavado mi cerebro.
Llegué un día a casa y repetí como lo hice en la "clase":
- "Quiero ser cura."
Mi padre me escuchó, se asomó por entre el arco de la puerta del dormitorio.
La perplejidad, la incredulidad, la revelación que también el vio de mi futuro.
Su cara, quizás ahora un poco distorsionada por los viejos recuerdos o esta invención, era la máscara de la más sincera tristeza y desaprobación.
Incluso a mi madre, que siempre ha gozado de la desdicha ajena (De la cual yo también gozo), no le hizo ni la menor mella de gracia.
Al día siguiente, papá me llevó un envoltorio rojizo; un libro: el viejo y el mar.**
Mi primer libro.
Quedé absuelto.
Quedé libre del peor de los pecados.
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No digo que leer me haga mejor persona, pero sí menos peor que el resto.
*Lagrimas.
**El Principito no cuenta.
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No digo que leer me haga mejor persona, pero sí menos peor que el resto.
*Lagrimas.
**El Principito no cuenta.